Un "Sabio" de la Ultraderecha Española
Desde el primer día en que fue publicado este blog, la sección de comentarios del mismo fue bombardeada por una cantidad inusual de mensajes, cientos de ellos, literalmente hablando. Y una gran cantidad de ellos, como si se hubiesen puesto de acuerdo sus autores, eran para alabar a Joaquín Bochaca como si fuese el gran revelador iluminado de grandes misterios y grandes verdades. En estos comentarios no hubo uno solo en los cuales se respondiese documentalmente a las observaciones hechas también documentalmente por Spectator a los aspectos cuestionables de sus libros que le quitan credibilidad.
Ninguna bitácora de esta naturaleza tiene capacidad para dar cabida a mil ó 2 mil comentarios, como tampoco fue diseñada para darle cabida a ensalzamientos inmerecidos de autores revisionistas fascistas de línea dura como Joaquín Bochaca. Los comentaristas han omitido hacer referencia alguna al propósito central de la labor de Spectator que no es desmantelar punto por punto, página por página, párrafo por párrafo, la propaganda elaborada por el barcelonés que anhela el retorno de la Falange al poder en España y el regreso a la forma en que se vivía en España bajo la bota del dictador perpetuo Francisco Franco. Esa no es la misión de Spectator. El propósito de Spectator es exponer y exhibir el desarrollo de una peligrosísima conspiración urdida desde hace más de medio siglo en las regiones más ultraconservadoras de México, la cual se está enraizando en el poder federal de México y amenaza con extenderse fuera de México si no se hace algo para detenerla. Esta conjura está basada ideológicamente en la misma literatura elaborada por autores revisionistas como Joaquín Bochaca, Salvador Borrego y Traian Romanescu. Es la materia prima con la cual reclutan a sus seguidores que creen y aceptan todo lo que les dicen estos anacoretas revisionistas creyendo en la buena fé de ellos sin cuestionarles nada. El que esta propaganda esté basada en una tramoya de verdades, medias verdades, y falsedades notorias, es un bono extra para exhibir las debilidades sobre las cuales está basada la conspiración que está en estos momentos en marcha, máxime que ninguna causa por justificada que parezca puede basarse en patrañas por las que no vale la pena arriesgar la vida ni andarle jurando lealtad perpetua a otros vivales que están dispuestos a mandarlos matar en cuanto sospechen que sus lacayos se quieren salir de la trampa al darse cuenta del engaño. Pero ultimadamente ni Bochaca ni Borrego ni Romanescu son el objetivo final de Spectator, como el propagandista Nazi Julius Streicher tampoco fué el principal objetivo de las Fuerzas Aliadas en la Segunda Guerra Mundial.
El que los comentaristas apologistas de Joaquín Bochaca omitan hacer mención al verdadero propósito de Spectator que ha sido y sigue siendo la exposición de la conjura hace suponer que ellos seguramente están de acuerdo con que esta conspiración se siga llevando a cabo, y de seguro hasta les dá gusto. Seguramente están felices de ver lo que la ultraderecha ha avanzado en México gracias a esta conspiración. La misma invasión Nazi de Europa no era más que una conspiración para imponerle eventualmente al mundo entero el yugo Nazi, a la que se ha dedicado a justificar Bochaca. Cuando Hitler invadió a Francia para extender su imperio, allí estuvo Philippe Pétain para recibir a los invasores dándoles la bienvenida con los brazos abiertos. Y lo mismo hizo el noruego Vidkun Quisling al entregarle su patria a Hitler. Contra este tipo de traiciones los apologistas de Bochaca no emiten crítica alguna; por el contrario, los alaban al igual que como lo hace su maestro Bochaca. Y en cuanto a España toca, de seguro también verían con muy buenos ojos la fundación de sociedades secretas de ultraderecha en España como los Tecos y el Yunque para repetir lo que está ocurriendo en México y así garantizarle al Franquismo de núcleo duro su retorno al poder. Hay razones para sospechar en la posibilidad de que esto ya está ocurriendo. Siendo así, no se les puede calificar menos que traidores a su propia patria, a su propio pueblo, a su propia nación. Y los espacios de Spectator no son un espacio de bienvenida para este tipo de gente. Razón por la cual, pese a que siempre ha sido la intención de Spectator de dar cabida a todos los puntos de vista, inclusive los contrarios, sólo será publicados aquí aquellos comentarios que tengan alguna substancia que valga la pena comentar o criticar, rechazando la publicación de lo que a fin de cuentas viene siendo propaganda apologética barata venida de gente fanática que por un lado cree en la fantasía de “la gran conspiración judía masónica comunista” y que por el otro no tiene objeción o remordimiento alguno en que algo igual se esté llevando a cabo en estos momentos en su propio país para garantizarle a la extrema derecha su expansión alrededor del mundo clavándole un puñal en la espalda a su propia patria sin medir las consecuencias.
El revisionismo histórico, la piedra angular de la ultraderecha mundial, trabaja sobre una premisa muy sencilla:
Toda la historia mundial y todas las historias locales de cada país deben ser revisadas, re-interpretadas y escritas de nuevo dando como cierta la existencia de una supuesta "gran conspiración judía masónica comunista" para apoderarse del mundo; y si para ello es necesario mentir, falsear los hechos y distorsionar la realidad, entonces tales cosas son aceptables y se deben hacer a toda costa porque el fin justifica los medios: y todo aquél que no esté de acuerdo con esta forma de pensar debe ser considerado como un enemigo que debe ser ridiculizado, neutralizado e inclusive destruído. Si la religión es un estorbo para hacer todo esto, entonces la religión se debe hacer a un lado e inclusive se debe prescindir por completo de ella, y quien no esté dispuesto a hacerlo también debe ser considerado como un enemigo que debe ser neutralizado y eliminado.
Frecuentemente se confunde el término revisionismo con el término negacionismo. El negacionismo consiste simplemente en limitarse a negar que el Holocausto que se atribuye a los Nazis en los campos de concentración especializados en el exterminio de seres humanos haya tenido lugar, y es en cierta forma independiente de la creencia en la mítica “gran conspiración judía masónica comunista” para apoderarse del mundo. El negacionismo por sí sólo únicamente “limpia” la imagen de los Nazis, pero no es suficiente para convertir a un observador neutral en un Nazi. Para convertir a un observador neutral en un Nazi, además de tratar de convencerlo de que el Holocausto nunca ocurrió se vuelve necesario convencerlo además de que la “lucha” de Hitler era una lucha “justa” en contra de una “gran conspiración judía masónica comunista”. Puesto de otro modo, el revisionismo histórico incorpora necesariamente al negacionismo, pero el negacionismo es un revisionismo limitado únicamente a la cuestión del Holocausto.
Los Sabios de la Ultraderecha Mundial encargados de elaborar el indoctrinamiento y los “planes de enseñanza” para inculcar la “nueva verdad oficial” son numerosos, aunque hay algunos que destacan por la proliferación de sus obras. Uno de ellos es el mexicano Salvador Borrego Escalante. Otro de ellos es el tristemente célebre Traian Romanescu. Y otro muy importante en los países de habla hispana es un nativo de Barcelona, España, de nombre Joaquín Bochaca Oriol.
Los Sabios de la Ultraderecha Mundial encargados de elaborar el indoctrinamiento y los “planes de enseñanza” para inculcar la “nueva verdad oficial” son numerosos, aunque hay algunos que destacan por la proliferación de sus obras. Uno de ellos es el mexicano Salvador Borrego Escalante. Otro de ellos es el tristemente célebre Traian Romanescu. Y otro muy importante en los países de habla hispana es un nativo de Barcelona, España, de nombre Joaquín Bochaca Oriol.
De Joaquin Bochaca Oriol en su biografía se afirma lo siguiente:
Nació en la ciudad de Barcelona el 5 de septiembre de 1931. Presume haber estudiado mucha historia, derecho y comercio. Padre de 5 hijos, ha trabajado en Inglaterra y posteriormente en Francia (1958-1969) Sus conocimientos de idiomas además de su lengua nativa (inglés, francés, italiano) etc.) y su ocupación laboral le han permitido viajar alrededor del mundo. Presumiendo ser un sabelotodo, la diversidad de los temas que trata en sus obras resulta sorprendente: ecología, economía, política, historia, arte, cultura, deporte, etc. Se le puede considerar el fundador de la denominada Escuela Revisionista en España, una línea de “investigadores históricos” que proponen una “verdad científica” frente a la “verdad política” (historia oficial) y lo que los revisionistas suponen que son los dogmas impuestos por el poder.
En Internet es posible consultar varias obras de Joaquín Bochaca. Una de ellas es La Historia de los Vencidos, la cual por su extensión de hecho es un libro elaborado en dos tomos:
con el título alterno “El Suicidio de Occidente”, a la cual se le han dedicado varios sitios como el siguiente:
La tesis del libro es similar a la tesis del libro “Derrota Mundial” del propagandista “intelectual” neo-Nazi Salvador Borrego, según la cual hay una “gran conspiración judía masónica comunista” para apoderarse del mundo, y Hitler vino a este planeta como una especie de Mesías “salvador”, y al ser derrotada la Alemania Nazi el mundo entero sufrió una “derrota mundial”. “La Historia de los Vencidos” pretende dar a conocer “el otro lado de la Historia”, la versión de los derrotados, la versión de los Nazis.
El libro La Historia de los Vencidos consta de los siguientes contenidos:
I.- Versalles
II.- El Comunismo Ruso
III.- De Locarno a Munich
IV.- La Barrera Polaca
V.- El Suicidio Europeo
VI.- La Guerra de Roosevelt
VII.- La Victoria del General Invierno
VIII.- 1945. El Purim
IX.- La Descolonización
X.- La Guerra Ideológica
Bibliografía
Una buena forma de evaluar la calidad de un libro es conociendo los libros y documentos en los que se basó el autor para elaborar su libro, y entre los materiales utilizados por Joaquín Bochaca encontramos los siguientes (se recomienda al lector consultar los enlaces biográficos de Wikipedia agregados a algunos de los autores para que el lector compruebe por cuenta propia quiénes son realmente tales autores):
Salvador Borrego: Derrota Mundial.
William C, Bullit: The World Menace.
William C. Bullit: Cómo los Estados Unidos ganaron la guerra y por qué están a punto de perder la paz.
J. G. Burg: Schuld und Schicksal.
Georges Champeaux: La Croisade des Démocraties.
Winston S. Churchill: Step by Step.
Winston S. Churchill: Great Contemporaries.
Winston 5. Churchill: Memorias.
Galeano Gano: Memorias.
Thomas Connally: My name is Tom Connally.
Henry Coston: La Haute Banque el les Trusts.
Henry Coston: Les Financiers qui menent le monde.
Henry Coston: Le Retour des 200 familles.
Birger Dahlerus: Memorias.
Aldo Dami: Le Dernier des Gibelins.
Savitri Devi: The Lightning and The Sun.
Savitri Devi: Gold in the Furnace.
Charles De Gaulle: Memoires.
Mary M. Davison: The Secret Government of the USA.
Karl Doenitz: Zehn Jahre und zwanzig Tage.
Sir Barry Domvile: From Admiral to Cabin Boy.
Benjamin Disraelí: Life of Lord George Bentinck.
Benjamin, Disraelí: Conningsby.
Departamento de Estado USA: War and Peace.
Robert Edward Edmonssor: I Testify.
Alcide Ebray: La Paix Mal prope.
Dwight David Eisenhower: Cruzada en Europa.
Thomas Elmhirst: The German Air Forces.
Olivier d´Etchegoyen: Pologne. Pologne...
Mark Ewell: Manacles for Mankind.
Rev. Denis Fahey: The Rulers of Russia.
A N. Field: All these things.
John T. Flynn: El Mito de Roosevelt.
Henry Ford Sr.: The International Jew.
James V. Forrestal: The Forrestal Diaries.
J. F. C. Fuller: History of World War II.
Friedrich Grimm: Francia y el Corredor Polaco.
Hans Grimm: Warum?... Woher?... aber Wonin?
Russell Greenfell: El Episodio de Bismarck.
Paul Joseph Goebbels: Diario.
Maurice Gomberg: A New Moral Order for Permanent Peace and Freedom.
W. George: Race. Heredity and Civílization.
H. A. Groynne: The cause of World Unrest.
K. Hierl: In Dienst fur Deutschland.
Theodor Herzl: A Jewish State.
A. Homer: Judaism and Bolshevism. (Este no es un libro, es un artículo elaborado por Anne Homer celebrando del ascenso al poder de Hitler en Alemania que apareció publicado en varias partes el 21 y el 28 de octubre así como el 4 de noviembre de 1933 en The Catholic Herald, y reimpreso como un panfleto, dando como cierta la tesis expresada en Los Protocolos de los Sabios de Sión.)
Averell Harrimann: ¿Paz con Rusia...?
Sven Hedin: Without Commission in Berlin.
F. H. Hinsley: Hitler no se equivocó. (¿?)
Arthur Harris: Bomber Ofensive.
Ilse Hess: Prisoner of Peace.
Franz Halder: El Estado Mayor Alemán.
Stephen Hecquet: Les Guimbardes de Bordeaux.
B. Jensen: The Suez Crisis.
Colin Jordan: Fraudulent Conversion.
Emmanuel M. Josephson: Rockefeller, the Internationalist.
Husband E. Kimmel: Facts about Pearl Harbour.
Mauricio Rail: Pearl Harbour, traición de Roosevelt.
Benedikt Kautsky: Teuffel und Verdammte.
Peter von Kleist: Auch du varst dabei!
Robert H. Ketels: Revision... des Idées. Souvenirs.
Arnold S. Leese: The Jewish War of Survival.
Arnold S. Leese: Chinese Communism?
Trygve Lie: In the Cause of Peace.
Emil Ludwig: Life of Roosevelt.
Ch. Liddell Hart: Defence of Europe.
Ch. Liddell Hart: The German Generals State.
Ch. Liddell Hart: The Other Side of the Hill.
Jacob Letchinsky: La situation économique des Juives depuis la Guerre Mondiale.
Salvador de Madariaga: Victors Beware!
L. Maclean: Ofensiva de la Aviación de Bombardeo.
Jan Massaryk: La Resurrección de un Estado.
Louis Marschalsko: The World Conquerors.
Georges Michon: Clemenceau.
Francesco Nitti: El Tratado de Versalles como instrumento para continuar la guerra.
Vladimir d´Ormesson: A propos du Corridor de Dantzig.
Leon de Poncinis: The Secret Forces Behind Revolution.
Leon de Poncinis: La Mystérieuse Internationale Juive.
Franz von, Papen: Memorias.
Oswald Pirow: Was the Second World War Unavoidable?
Jacques Ploncard d´Assac: Le Nationalisme et la Question Coloniale?
Jacques Ploncard d´Assac: Coexistence Pacifique et Guerre Revolutionnaire?
Angelo S. Rappoport: Pionneers of the Russian Revolution.
Paul Rassinier: Le Véritable procés Eichmann.
Paul Rassinier: Le Mensonge díUlysse.
Traian Romanescu: Amos y Esclavos del Siglo XX.
Traian Romanescu: La Gran Conspiración Judía.
Traían Romanescu: Traición a Occidente.
Archibald M. Ramsay: The Nameless War.
lman Raguza: The Life of Stalin.
Arthur Rogers: El Misterio del Estado de Israel.
Paul Reynaud: Révélations Politiques.
Olivia O´Grady: Beasts of the Apocalypse.
D. Petrovsky: La Russie sous les Juifs.
Capitán Rosskyll: The War at Sea.
Elliott Roosevelt: Así lo quería mi padre.
Joachim von Ribbentrop: Zwischen London und Moskau.
Bertrand Russell: The Scourage of the Swastika.
P. Sorokin: Social and Cultural Dynamics.
André Savignon: Dans ma prison de Londres.
J. M. Spaight: Bombing Vindicated.
Hjalmar Schacht: Memorias.
Gerald L. K. Smith: Suicide.
Ronald Seth: Secret Servants.
J. Creagh Scott: Hidden Government.
John C. Sherwood: Roosevelt and Hopkins.
Charles Sarolea: Impressions of Soviet Russia.
Henry Wickham Steed: My Memoirs.
Robert E. Theobald: Last Secret of Pearl Harbour.
J. Tourly: Le Conflit de Demain.
Arnold J. Toynbee: Hitler´s Europe.
C. de Tormay: Le livre proscrit.
J. J. Tharaud: Causerie sur Israel... Vienne la Rouge.
Leon Trotsky: Stalin y sus crímenes.
Ulik Varange: Imperium.
H. de Vries de Heelelingen: Israel: son passé, son avenir.
E. O. Volkmann: Die Deutsche Staatssumwalzung.
Stephen Wise (Weisz): Años de Lucha.
Gitselher Wirsing: Cien Familias Dominan el Imperio.
Nesta E. Webster: The Socialist Network.
Robert Wilton: Russia's Agony.
Robert FI. Wílliams: Know Your Enemy.
Quincey J. Wright: Study of War.
Desmond Young: Rommel.
Leonard Young: Deadlier than the H-Bomb.
F. Mac Cullagh: Red Mexico.
Ivan Krylov: My career in the Soviet Central Staff.
Henry Wickham Steed: Through thirty years.
Bernard Lazare: L' Antisémitisme.
William Zuckermann: The jews in revolt.
Sidney O'Reilly: Britain's master spy.
George A. Hill: Go spy the land.
Ariadna Williams: From liberty to Brest-Litovsk.
Bruce Lockhart: Memoirs of a British agent.
Meriel Buchanans: The dissolution of an Empire.
Sidney Dark: The Jew today.
Douglas Reed: Insanity Fair.
Charles Lindbergh: War Memoirs.
Sin entrar a fondo en todos los títulos, descubrimos de inmediato al leer la bibliografia que parte del material bibliográfico es de conocidos revisionistas neo-Nazis, destacando los tres libros principales del mentiroso autor Traian Romanescu a quien Spectator ya le dió sus nalgadas primero en la bitácora Traian Romanescu y posteriormente en la bitácora 100 Años de Locura. Otro de los autores citados por Joaquín Bochaca es el libro proto-Nazi antisemítico por excelencia que no puede faltar en la biblioteca de ningún ultraderechista que se digne de serlo, El Judío Internacional, del incultísimo (jamás se graduó de nada en ninguna universidad) Henry Ford quien a su vez se basó en el liberlo ruso apócrifo Los Protocolos de los Sabios de Sión. Henry Ford también recibió sus nalgadas de parte de Spectator en la bitácora El Primer Nazi Americano. También encontramos entre la bibliografía el libro que no podía faltar, Derrota Mundial del prolífico y falaz autor Salvador Borrego, el cual también recibió su respectiva zarandeada a manos de los académicos de la Alianza Estudiantil Prometeo de la Universidad Iberoamericana en sus trabajos El Legado de Hitler y Semillas del Odio. Otro libro citado es el Diario del Ministro de Propaganda de Hitler, Paul Joseph Goebbels, seguramente porque si se va a dar la versión histórica desde el punto de vista de los vencidos, ¿quién mejor que el mayor propagandista de todos los tiempos? A la lista de autores citados se añade a Charles Lindbergh, el piloto norteamericano que se proclamó ferviente partidario y admirador incondicional de Hitler. Y no podía faltar en la lista el mendaz sacerdote antisemita Denis Fahey que era un firme creyente en la autenticidad de los apócrifos Protocolos de los Sabios de Sión. En la lista tenemos naturalmente al fascista Vizconde francés Léon de Poncins, el cual hizo el principal y único propósito de su vida el “denunciar” a “la gran conspiración judía masónica comunista”. Él es precisamente uno de los autores de los libros que llevaron a Hitler a la locura en su juventud.
Autor por autor, libro por libro, la amplia bibliografía a la cual recurre Joaquín Bochaca incluye obras de conocidos autores revisionistas, varios de los cuales son comentados por Spectator en su bitácora Lenguas de Serpiente, a los cuales Joaquín Bochaca añade muchos otros ayudado por el hecho de que la cosecha de pseudo-historiadores revisionistas citándose ampliamente los unos a los otros es tan amplia como la cantidad de demonios que hay en el infierno. Tenemos por ejemplo al ruso Angelo Solomon Rappoport con su libro Pionneers of the Russian Revolution, el cual fue escrito en 1919, 14 años después de que apareciera en Rusia el libelo apócrifo Los Protocolos de los Sabios de Sión y dos años después de que estallara la Revolución Rusa de 1917. De hecho, ya en 1905 había estallado otra revolución en contra del autocrático régimen Zarista que terminó en un resonante fracaso. Obsérvese aquí la extraordinaria coincidencia de dos eventos cruciales que ocurrieron en el año de 1905. El mismo año en el que estalló la fracasada Revolución Rusa de 1905 es el mismo año en el que Serge Nilus “filtró” a la sociedad rusa la primera impresión de Los Protocolos de los Sabios de Sión señalando a los judíos como los autores de una supuesta conjura para apoderarse del mundo. Y si los judíos estaban conspirando para apoderarse del mundo, pues entonces había que ponerse de lado del autocrático Zar denunciando, combatiendo y matando a todos los revolucionarios -judíos y no-judíos- porque preservar al Zar en el poder era una garantía en contra de “la gran conspiración judía”. Este era la intención verdadera del uso de Los Protocolos de los Sabios de Sión como instrumento de propaganda a favor del Zar.
Otro autor citado es Olivia Maria O'Grady con su libro Beasts of the Apocalypse (“Bestias del Apocalipsis”, una referencia despectiva a todos los judíos en general):
escrito en 1949 y publicado por ella misma diez años después en 1959, en el cual “revela” lo que parece ser la existencia de una “gran conspiración comunista” para apoderarse del mundo cuya autoría atribuye a los judíos. Esta pseudo-historiadora amateur no agrega absolutamente nada nuevo a la literatura de la ultraderecha que no haya sido publicado con décadas de anterioridad.
Aún otro autor citado por Joaquín Bochaca es la poco conocida (fuera de Hungría) novelista húngara antisemita Cécile Tormay (1876-1937):
la cual tras leer y releer Los Protocolos de los Sabios de Sión hasta aprendérselos de memoria concluyó en su libro Le Livre Proscrit: Scènes de la Révolution communiste en Hongrie publicado en 1925 que la revolución de 1919 en su país era el resultado de una “gran conspiración judía”. A esta autora se le suma la inglesa fascista Nesta Webster, la cual también es citada en su bibliografía por Joaquín Bochaca, y la cual contribuyó a la publicación en Londres en 1920 del libelo rabiosamente antisemita The Jewish Peril, hilando sus razonamientos torcidos con habilidad tan extraordinaria que inclusive hasta Winston Churchill antes de convertirse en el Primer Ministro de Inglaterra terminó convencido de sus argumentos convirtiéndose en rabioso antisemita como lo podemos ver en su artículo titulado Zionism versus Bolshevism publicado el 8 de febrero de 1920 por el Illustrated Sunday Herald. Esto fue un año antes de que en agosto de 1921 la naturaleza fraudulenta de Los Protocolos de los Sabios de Sión fuese puesta al descubierto y veinte años antes de que Churchill se convirtiera en Primer Ministro y su país se hallara en estado de guerra precisamente con el hombre que había tomado ya la decisión de asesinar a todos los judíos del planeta e invadir Inglaterra. Cuando los literatos ultraderechistas citan a Winston Churchill en sus comentarios antisemitas, lo hacen refiriéndose a ésta época, 1920, y no a los años posteriores en los cuales el curso de los acontecimientos históricos mundiales obligaron a Churchill a cambiar de opinión.
Y de la tierra de Cécile Tormay, también tenemos al húngaro escritor de guiones y periodista Louis Marschalko, también citado por Joaquín Bochaca, tan antisemita como su coterránea Cécile. Su libro The World Conquerors: The Real War Criminals no deja duda respecto a su creencia en “la gran conspiración judía comunista”. Los “conquistadores del mundo” a los cuales se refiere en el título principal de su libro son los judíos, naturalmente, y “los verdaderos criminales de guerra” a los cuales se refiere en el subtítulo de su libro también son los judíos. Marschalko hubiera deseado que Hitler hubiera triunfado y que hubiera matado a todos los judíos de Europa, hombres, mujeres, niños y ancianos, y que el Nazismo hubiera dominado al continente; para él los Nazis fueron víctimas merecedoras de lástima, comprensión y piedad.
Como lo demuestran Olivia Maria O'Grady, Cécile Tormay y Nesta Webster, entre los Sabios de la Ultraderecha adherentes de la fábula mitológica de “la gran conspiración judía masónica comunista” hay tanto hombre como mujeres. No se les puede acusar a los extremistas de que, en la elaboración de su propaganda, no haya igualdad de género.
Entre otros autores citados tenemos también a otro antisemita de la extrema derecha francesa, Jacques Ploncard d'Assac, el cual laboraba activamente en la restauración del Nacionalsocialismo en Europa hasta que una autoridad superior se lo impidió en el año 2005. Otro autor es el Teniente Coronel irlandés John Creagh Scott cuyo libro Hidden Government está escrito dando por hecho que todo lo que dicen los apócrifos Protocolos de los Sabios de Sión es cierto. Tenemos también entre los autores citados por Bochaca a un tal “historiador” ruso D. Petrovsky exiliado en París cuyo libro titulado La Russie sous les juifs (Rusia bajo los judíos) publicado en 1931:
interpreta toda la revolución que derrocó al Zar Nicolás II a la luz de Los Protocolos de los Sabios de Sión. Es poco conocido el hecho de que a partir de los años veintes los mejores diseminadores de Los Protocolos de los Sabios de Sión no sólo en Europa sino inclusive en el continente americano fueron los exiliados rusos que anhelaban reimplantar otra vez una monarquía en Rusia, como también es poco conocido el hecho de que fue una exiliada rusa de nombre Paquita de Shishmareff la que le proporcionó -con todo dolo y mala fé- a Henry Ford una copia de los infames Protocolos, los cuales fueron más que suficientes para convertir a Ford en el primer Nazi americano motivándolo a escribir El Judío Internacional que a su vez le sobrecalentó en Alemania la mente a Hitler enviándolo a los brazos del Diablo. La intención de todos los exiliados rusos era obtener suficiente ayuda económica en el exterior para financiar una guerra para reinstaurar la autocrática monarquía Zarista, con el apoyo y el visto bueno de todas las familias nobiliarias rusas exiliadas en París, y en vez de lograr tal cosa lo único que lograron fue sembrar las semillas para el auge del Nazismo y el Fascismo en Europa. (Hablando de hechos poco conocidos, también es poco conocido hoy que las Cortes de Justicia de Rusia dictaminaron el viernes 26 de noviembre de 1993 a Los Protocolos de los Sabios de Sión como una vulgar fabricación, dejando con ello de ser el único país en el cual aún se les daba credibilidad legal. )
Y como en toda literatura de la ultraderecha respetuosa de las teorías de la raza superior promulgadas por los Nazis, Joaquín Bochaca no podía evitar incluír entre su lista de referencias a alguien como el geneticista Wesley Critz George, firme creyente en la superioridad intelectual de las razas que en su época se opuso terminantemente a la integración racial en las escuelas norteamericanas argumentando que los blancos y los negros debían ser mantenidos separados “por el bien de la preservación de la superior raza blanca”. Y aunque el veneno de este racista estaba dirigido principalmente en contra de los negros, Joaquín Bochaca lo incorpora para apuntalar sus argumentos sobre una inferioridad racial no sólo de los negros sino también de los judíos. Es poco conocido que Joaquín Bochaca al igual que su coterráneo Pedro Varela ambos detestan no sólo a los judíos, a los negros y a los chinos como “inferiores”. También detestan a los mestizos de Latinoamérica, entre ellos a los mexicanos, a quienes consideran como degeneraciones de la “raza superior hispana”. Cualquier mexicano que quiera adoptar a Joaquín Bochaca como su mentor haría bien en tomar esto en consideración.
A decir verdad, no todos los autores citados por Joaquín Bochaca son Nazis o neo-Nazis certificados. Hay varios autores que representan el lado de los vencedores y no el lado de los vencidos, entre los cuales tenemos al conocido político francés Paul Reynaud el cual no era antisemita ni creía en las bizarras teorías de “la gran conspiración judía masónica comunista” y por el contrario estaba opuesto al rearme de la Alemania Nazi en violación al Tratado de Versalles, tenemos también al Primer Ministro inglés Winston Churchill, al cual Bochaca acompaña con otro anterior Primer Ministro Inglés de origen judío, Benjamín Disraeli, e inclusive hasta el mismo Theodor Herzl es citado. Pero esto es tan sólo una táctica más a la que recurren casi todos los propagandistas revisionistas de la ultraderecha con el fin de darle visos de neutralidad e imparcialidad a sus libelos, el incluír autores que dan “el otro punto de vista” aunque a fin de cuentas no se les tome en cuenta para nada dentro de la obra principal.
Otro autor citado es Olivia Maria O'Grady con su libro Beasts of the Apocalypse (“Bestias del Apocalipsis”, una referencia despectiva a todos los judíos en general):
escrito en 1949 y publicado por ella misma diez años después en 1959, en el cual “revela” lo que parece ser la existencia de una “gran conspiración comunista” para apoderarse del mundo cuya autoría atribuye a los judíos. Esta pseudo-historiadora amateur no agrega absolutamente nada nuevo a la literatura de la ultraderecha que no haya sido publicado con décadas de anterioridad.
Aún otro autor citado por Joaquín Bochaca es la poco conocida (fuera de Hungría) novelista húngara antisemita Cécile Tormay (1876-1937):
la cual tras leer y releer Los Protocolos de los Sabios de Sión hasta aprendérselos de memoria concluyó en su libro Le Livre Proscrit: Scènes de la Révolution communiste en Hongrie publicado en 1925 que la revolución de 1919 en su país era el resultado de una “gran conspiración judía”. A esta autora se le suma la inglesa fascista Nesta Webster, la cual también es citada en su bibliografía por Joaquín Bochaca, y la cual contribuyó a la publicación en Londres en 1920 del libelo rabiosamente antisemita The Jewish Peril, hilando sus razonamientos torcidos con habilidad tan extraordinaria que inclusive hasta Winston Churchill antes de convertirse en el Primer Ministro de Inglaterra terminó convencido de sus argumentos convirtiéndose en rabioso antisemita como lo podemos ver en su artículo titulado Zionism versus Bolshevism publicado el 8 de febrero de 1920 por el Illustrated Sunday Herald. Esto fue un año antes de que en agosto de 1921 la naturaleza fraudulenta de Los Protocolos de los Sabios de Sión fuese puesta al descubierto y veinte años antes de que Churchill se convirtiera en Primer Ministro y su país se hallara en estado de guerra precisamente con el hombre que había tomado ya la decisión de asesinar a todos los judíos del planeta e invadir Inglaterra. Cuando los literatos ultraderechistas citan a Winston Churchill en sus comentarios antisemitas, lo hacen refiriéndose a ésta época, 1920, y no a los años posteriores en los cuales el curso de los acontecimientos históricos mundiales obligaron a Churchill a cambiar de opinión.
Y de la tierra de Cécile Tormay, también tenemos al húngaro escritor de guiones y periodista Louis Marschalko, también citado por Joaquín Bochaca, tan antisemita como su coterránea Cécile. Su libro The World Conquerors: The Real War Criminals no deja duda respecto a su creencia en “la gran conspiración judía comunista”. Los “conquistadores del mundo” a los cuales se refiere en el título principal de su libro son los judíos, naturalmente, y “los verdaderos criminales de guerra” a los cuales se refiere en el subtítulo de su libro también son los judíos. Marschalko hubiera deseado que Hitler hubiera triunfado y que hubiera matado a todos los judíos de Europa, hombres, mujeres, niños y ancianos, y que el Nazismo hubiera dominado al continente; para él los Nazis fueron víctimas merecedoras de lástima, comprensión y piedad.
Como lo demuestran Olivia Maria O'Grady, Cécile Tormay y Nesta Webster, entre los Sabios de la Ultraderecha adherentes de la fábula mitológica de “la gran conspiración judía masónica comunista” hay tanto hombre como mujeres. No se les puede acusar a los extremistas de que, en la elaboración de su propaganda, no haya igualdad de género.
Entre otros autores citados tenemos también a otro antisemita de la extrema derecha francesa, Jacques Ploncard d'Assac, el cual laboraba activamente en la restauración del Nacionalsocialismo en Europa hasta que una autoridad superior se lo impidió en el año 2005. Otro autor es el Teniente Coronel irlandés John Creagh Scott cuyo libro Hidden Government está escrito dando por hecho que todo lo que dicen los apócrifos Protocolos de los Sabios de Sión es cierto. Tenemos también entre los autores citados por Bochaca a un tal “historiador” ruso D. Petrovsky exiliado en París cuyo libro titulado La Russie sous les juifs (Rusia bajo los judíos) publicado en 1931:
interpreta toda la revolución que derrocó al Zar Nicolás II a la luz de Los Protocolos de los Sabios de Sión. Es poco conocido el hecho de que a partir de los años veintes los mejores diseminadores de Los Protocolos de los Sabios de Sión no sólo en Europa sino inclusive en el continente americano fueron los exiliados rusos que anhelaban reimplantar otra vez una monarquía en Rusia, como también es poco conocido el hecho de que fue una exiliada rusa de nombre Paquita de Shishmareff la que le proporcionó -con todo dolo y mala fé- a Henry Ford una copia de los infames Protocolos, los cuales fueron más que suficientes para convertir a Ford en el primer Nazi americano motivándolo a escribir El Judío Internacional que a su vez le sobrecalentó en Alemania la mente a Hitler enviándolo a los brazos del Diablo. La intención de todos los exiliados rusos era obtener suficiente ayuda económica en el exterior para financiar una guerra para reinstaurar la autocrática monarquía Zarista, con el apoyo y el visto bueno de todas las familias nobiliarias rusas exiliadas en París, y en vez de lograr tal cosa lo único que lograron fue sembrar las semillas para el auge del Nazismo y el Fascismo en Europa. (Hablando de hechos poco conocidos, también es poco conocido hoy que las Cortes de Justicia de Rusia dictaminaron el viernes 26 de noviembre de 1993 a Los Protocolos de los Sabios de Sión como una vulgar fabricación, dejando con ello de ser el único país en el cual aún se les daba credibilidad legal. )
Y como en toda literatura de la ultraderecha respetuosa de las teorías de la raza superior promulgadas por los Nazis, Joaquín Bochaca no podía evitar incluír entre su lista de referencias a alguien como el geneticista Wesley Critz George, firme creyente en la superioridad intelectual de las razas que en su época se opuso terminantemente a la integración racial en las escuelas norteamericanas argumentando que los blancos y los negros debían ser mantenidos separados “por el bien de la preservación de la superior raza blanca”. Y aunque el veneno de este racista estaba dirigido principalmente en contra de los negros, Joaquín Bochaca lo incorpora para apuntalar sus argumentos sobre una inferioridad racial no sólo de los negros sino también de los judíos. Es poco conocido que Joaquín Bochaca al igual que su coterráneo Pedro Varela ambos detestan no sólo a los judíos, a los negros y a los chinos como “inferiores”. También detestan a los mestizos de Latinoamérica, entre ellos a los mexicanos, a quienes consideran como degeneraciones de la “raza superior hispana”. Cualquier mexicano que quiera adoptar a Joaquín Bochaca como su mentor haría bien en tomar esto en consideración.
A decir verdad, no todos los autores citados por Joaquín Bochaca son Nazis o neo-Nazis certificados. Hay varios autores que representan el lado de los vencedores y no el lado de los vencidos, entre los cuales tenemos al conocido político francés Paul Reynaud el cual no era antisemita ni creía en las bizarras teorías de “la gran conspiración judía masónica comunista” y por el contrario estaba opuesto al rearme de la Alemania Nazi en violación al Tratado de Versalles, tenemos también al Primer Ministro inglés Winston Churchill, al cual Bochaca acompaña con otro anterior Primer Ministro Inglés de origen judío, Benjamín Disraeli, e inclusive hasta el mismo Theodor Herzl es citado. Pero esto es tan sólo una táctica más a la que recurren casi todos los propagandistas revisionistas de la ultraderecha con el fin de darle visos de neutralidad e imparcialidad a sus libelos, el incluír autores que dan “el otro punto de vista” aunque a fin de cuentas no se les tome en cuenta para nada dentro de la obra principal.
Por cierto, el libro Secret Servants de Ronald Seth, un escritor que no es un fascista ni neo-Nazi ni cosa por el estilo, no tiene absolutamente nada que ver con los Nazis alemanes ni con judíos sirviendo secretamente a la causa de “la gran conspiración judía masónica comunista” como el título podría sugerirlo a los despistados lectores de Joaquín Bochaca que se están dando sus primeros pasos en el mundo de la ultraderecha. Es un libro que trata sobre el espionaje llevado a cabo por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial:
Conociendo ya las fuentes en las que se ha basado Joaquín Bochaca, incluyendo sus “doctas” fuentes ultraderechistas, resulta un juego de niños entrar dentro de su obra para hacerla picadillo. A continuación, tomaremos un párrafo extraído del libro La Historia de los Vencidos (Capítulo X, La Guerra Ideológica):
Para presentar y describir los numerosos casos de espionaje y traición que se han producido en los Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, habría que escribir un grueso volumen a esta sola cuestión dedicado.
Basándose en noticias de Agencias publicadas en la Prensa del “Mundo Libre”, y en datos recogidos en libros y publicaciones especializadas, hemos confeccionado una lista de los más destacados espías descubiertos por el F.B.I. y por la “Comisión de Actividades antiamericanas” desde 1947 hasta finales de 1962. En esta lista incluyo a los espías ya mencionados. Sólo tengo en cuenta a los específicamente condenados por espionaje sin ocuparnos de los casos de “negligencia”, etc.
Rudolph Abel (a) Emil Goldfuss Judío
John J. Abt Judío
Sol (Solomon) Adler Judío
Jacob Albam Judío
María Bachrach Judía
Elizabeth Bentley Americana
Alva Bessie Judío
Margaret Bennet Porter ¿?
Herbert Biebermann Judío
Emmanuel Bloch Judío
David Boehm Judío
Joseph Brandt Judío
Harry Bridges Judío
Abraham Brothmann Judío
Esther Brunauer Judía
Stephen Brunauer Judío
Gertrude Cameron Americana
John Carter Vincent Americano
Vera Chalkmann Judía
Whittaler Chambers Americana
Nelson Chipchin ¿?
Charles E. Coe (Cohen) Judío
Franz Cohen Judío
Jerorne B. Cohen Judío
Morrís U. Cohen, Judío
Prof. H. Coleman Americano
Judith CopIon Judía
Leo Crowly Judío
Lauchlin Currie Americano
Edwin David Judío
John Patton Davies (Davids) Judío
David Demarest Lloyd Judío
Leo. M. Drazzdorff Judío
Gustavo Durán Español
Max Elitcher Judío
Arpard Erdos Judío
Irving Fayans Judío
Abraham Feller Judío
Federick Vanderbitl Field Americano
Hertha K. Field Judía
Noel H. Field Judío
Olga Field Judía
Edward Fitzgerald Judío
William Frauenglass Judío
Mark Gayn (Julius Ginsberg) Judío
Abraham Georg Judío
Harold Glasser Judío
Sydney Giausmann Judío
Jakob Golosh Judío
Stella Gordon Judía
Jacob Graumann Judío
Carl Greenbaum Judío
Michael Greenberg Judío
David Greenglass Judío
Ruth Greenglass Judía
Harry Gold Judío
Helda Gumperz Judía
Maurice Halperin Judío
Haldore Hanson Americano
Ruth Marcha Harrisson Americana
David Hawkins ¿?
Alger Hiss Judío
Donald Hiss Judío
John Hitchook Chaplin ¿?
Philip Jaffe Judío
Julius J. Joseph Judío
Martin David Kamen Judío
lrving Kaplan Judío
Paul Katemburg Judío
Mary Jane Keeney Americana
Dorothy Kenyon Americana
Leon Keysserlyng Judío
Ruth Keysserlyng Judía
Charles Kramer Judío
Hermann Landau Judío
Ring Lardner Judío
Owen Lattimore Americano
Michael J. Lee (Ephraim Libermann) Judío
Paul Lefantieff Lee Judío
Sol Leshinsky Judío
Esther Loss Judía
Harry Magidoff Judío
Daniel E. Margolies Judío
Albert MaItz Judío
Larsen Mano Judío
Peveril Meigs Judío
Jacob J. Melekh Judío
Franz Michael Judío
Leonard S. Mins Judío
Ella Montagu Judía
Miriam Moskowitz Judío
Phileo Nash ¿?
Steve Nelson (Messaroch) Judío
Franz L. Neumann Judío
Harry Ober Judío
Sam Ornitz Judío
Olga V. Osmarch Judía
Williard Park ¿?
George Perazich Judío
Simom Peress Judío
William Perl Judío
Victor Perlo Judío
Jay Peters (Goldenberger) Judío
Edward O. Posniack Judío
Lee Pressmann Judío
Mary Price Americana
Philip Raine Judío
Bernard Redmont Judío
William Remington Americano
Edward Rooth Judío
Allen Rossenberg Judío
Ethel Rossenberg Judío
Julius Rossenberg Judío
Andrew Roth Judío
Daniel Rothschild Judío
Jack Rothwell Judío
Jack (Jacob) Sargent Judío
lrving P. Schiller Judío
Herbert S. Schimmel Judío
Sylvia Schimmel Judía
Frederick Schumann Judío
Benjamin Schwartz Judío
Theodore Seiger Judío
Harlow Shapley (Shapiro) Judío
George Silvermann Judío
Nathan Gregory Silvermaster Judío
Moses Simson Judío
Agnes Smedley Americana
Morton Sobell Judío
Ruth Sobell Judía
Jack Soblen Judío
Ralph Spitzer Judío
Albert Stern Judío
Esther Stern Judía
John Stewart Service Americano
Anna Louis Strong Americana
William Taylor Americano
Helen Tenney Americana
John Tripton Fishburn ¿?
Dalton Trumbo Judío
Frances M. Tuscher ¿?
Ludwig Ullmann Judío
John Vag Weiszfeld Judío
Jacob Viner Judío
Henry Julian Wadleigh Judío
Eugéne Wallach Judío
Harold F. Ware ¿?
Robert Warren Barnett Americano
Helen Warren Barnett ¿?
David Weinnberg Judío
David Weinntraubb Judío
Nathaniel Weyl Judío
Harry Dexter White (Weiss) Judío
Donald Wheeler Americano
Nathan Witt Judío
Karl Wittuogel Judío
Milton Wolff Judío
George S. Wuchinich Judío
Hyman Gerber Yavis Judío
Es decir, que entre los 158 agentes comunistas mencionados, hay 124 judíos, 10 individuos de raza incierta, 23 norteamericanos y el pederasta Durán, español de nacionalidad norteamericana.
Parece que una Prensa como la que padecemos, que se agita desesperadamente en busca del sensacionalismo, aún a costa de espiar intimidades y de cultivar el escándalo, auténtico o inventado, deberá airear el hecho, por demás singular, de que una comunidad como la judía, cuya población no llegaba al tres por ciento del total de la norteamericana, albergue en su seno, nada menos que el 78,5 por ciento de los más importantes espías y traidores hasta ahora descubiertos y “convictos” en su país.
Obsérvese con meticulosidad una porción del texto que ha sido destacada por Spectator, la parte en donde dice “hemos confeccionado una lista de los más destacados espías descubiertos por el F.B.I.”. Casi sin darse cuenta, Joaquín Bochaca habló de más y nos soltó algo muy importante: Joaquín Bochaca no trabaja solo, él es tan solo un frente, la fachada de lo que podemos presumir que es una organización dedicada tiempo completo a la promoción de la resurrección del fascismo. Naturalmente, varias interrogantes preocupantes saltan de inmediato:
¿Quiénes son aquellos que están detrás de Joaquín Bochaca, de los cuales Bochaca no nos revela absolutamente nada en toda su obra? ¿Son los miembros de una agrupación secreta dedicada a promover la resurrección del fascismo? ¿Están juramentados bajo secrecía absoluta los miembros de la organización que está financiando y respaldando la costosa publicación e impresión de los libros de Bochaca? ¿Tiene ésta organización nexos y contactos con organizaciones secretas de ultraderecha de América Latina tales como la Organización Nacional del Yunque y Los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara? ¿Puede ser esta la prueba que nos documenta, por vez primera, la presunta existencia de una internacional de ultraderecha trabajando al amparo del anonimato para lograr a mediano o largo plazo materializar lo que el imperio Nazi de Hitler quería lograr desde un principio?
Estas “listas” como las que acabamos de ver abundan en la literatura de la ultraderecha. Nadie sabe a ciencia cierta de dónde las sacan los revisionistas que las presentan al mundo como un fabuloso descubrimiento suyo, nadie sabe cómo y en dónde son elaboradas, y nadie sabe exactamente en qué se basan los escritores de la ultraderecha para afirmar que tal o cual persona sea un judío a no ser que tengan un ejército de detectives privados a su servicio escarbando los árboles genealógicos de centenares de personas. En otro trabajo, Spectator hace una disección de una de tales listas elaboradas por Traian Romanescu en su libro La Gran Conspiración Judía.
Llevemos a cabo ahora un análisis de la lista proporcionada por Joaquín Bochaca et al (y “los otros”). Tomaremos un nombre al azar: Nathaniel Weyl (1910-2005), del cual Joaquín Bochaca nos afirma con toda seguridad que era un judío. Nathaniel Weyl era el hijo único de Walter Edward Weyl (1873-1919) y de Bertha Poole Weyl. El padre de Nathaniel Weyl nació en Filadelfia el 11 de marzo de 1873, y el padre de éste (el abuelo de Nathaniel Weyl), Nathan Weyl, era un emigrado de la región del Palatinado alemán que murió cuando Walter tenía apenas 7 años de edad.
Joaquín Bochaca no nos demuestra en ninguna parte de su libro que Nathaniel Weyl haya sido un judío. Posiblemente lo fué, posiblemente no lo fué, pero el origen de la presunción de tal “dato” nos lo niega el mismo Bochaca. Y Spectator no tiene por qué suplirle a Bochaca sus omisiones; si él nos afirma algo él es el que está obligado a probarlo, no nosotros.
De cualquier modo, indagando más a fondo la biografía de Nathaniel Weyl, no tardamos en descubrir que Joaquín Bochaca no debió de haber metido en su lista un “ejemplo” tan malo como éste para “demostrar” la tesis de “la gran conspiración judía masónica comunista”). Porque resulta que Nathaniel Weyl aunque empezó como comunista terminó siendo uno de los más feroces anti-comunistas que podamos encontrar, y ello lo podemos comprobar leyendo su libro Red Star over Cuba: the Russian Assault on the Western Hemisphere (Estrella Roja sobre Cuba: el Asalto Rojo sobre el Hemisferio Occidental) escrito en 1961, en el cual postuló asustado ante el “coco” del comunismo que Fidel Castro era un comunista encubierto desde antes de que iniciara la revolución que derrocó al dictador vitalicio Fulgencio Batista, y que Castro había sido entrenado y “programado” (lavado del cerebro) por los soviéticos cuando era apenas un adolescente (esta teoría no ha podido ser probada hasta el día de hoy). El libro “Estrella Roja sobre Cuba” es de hecho uno de los libros que forma parte de algunas “bibliotecas” de la extrema derecha alrededor del mundo.
Ciertamente, alguien que haya escrito un libro como Red Star over Cuba decididamente no podía haber sido parte de una “gran conspiración judía masónica comunista” para apoderarse del mundo, no al estar atizando la histeria anticomunista en Occidente.
Dentro de la lista, Joaquín Bochaca mete también y por cierto con una pésima ortografía (Simom Peress) al Primer Ministro israelí Shimon Peres, uno de los más centrados y más moderados políticos que podamos encontrar en el Estado de Israel. Si repasamos la biografía de este hombre, encontramos que jamás fue un espía “descubierto por el F.B.I.”. En la lista encontramos también a Edward (Joseph) Fitzgerald, el cual para variar sí era un espía trabajando en los Estados Unidos para la Unión Soviética, pero no era un judío como lo afirma categóricamente Joaquín Bochaca. De hecho, el apellido Fitzgerald, apellido materno del Presidente John F. Kennedy, no es un apellido judío, sino por el contrario es un apellido de origen irlandés con un amplio linaje histórico cuyo significado etimológico es “el hijo de Gerald”. Si el espía Edward (Joseph) Fitzgerald era un judío, sólo Joaquín Bochaca lo supo a ciencia cierta, y jamás le ha dicho a nadie en dónde encontró tal “dato”.
Dentro de su lista de espías traidores Joaquín Bochaca mete al General republicano (anti-fascista, anti-Franco) durante la Guerra Civil Española, Gustavo Durán, quien fuera músico y compositor en su juventud, amigo de García Lorca, Alberti, Ernest Hemingway y Gil de Biedma, y del cual hay una novela de Horacio Vázquez Rial titulada “El soldado de porcelana”. Gustavo Durán terminó siendo un agente de la Central Intelligence Agency (CIA) norteramericana y además fue representante de la ONU en la independencia del Congo. Ciertamente, si Gustavo Durán hubiera sido un traidor laborando para la instauración del comunismo como único sistema de gobierno (tesis central de “la gran conspiración judía masónica comunista”), la principal agencia norteamericana de espionaje jamás lo habría sumado a su lista de colaboradores. Se puede presumir que la única razón por la cual Gustavo Durán fue añadido a la lista además del obvio propósito de inflarla es por el hecho de que Gustavo Durán era considerado como un enemigo mortal por el dictador ultraderechista Francisco Franco, y los enemigos del dictador Francisco Franco también lo son de Joaquín Bochaca. Incluírlo en la lista acusándolo además de ser un pederasta (sin probar jamás tal acusación que debemos suponer como falsa puesto que el General Gustavo Durán jamás fue juzgado y sentenciado ante ningún tribunal por tal delito) fue un pequeño “desquite”. Así se maneja éticamente este falaz pseudo-historiador revisionista.
Así pues, de los nombres que hemos tomado al azar de la lista dada por Joaquín Bochaca, la cosa ha empezado muy mal. Nos está mintiendo. Con esto, su temeraria afirmación de que “nada menos que el 78,5 por ciento de los más importantes espías y traidores hasta ahora descubiertos y “convictos” en su país (Estados Unidos)” son judíos se comienza a tambalear ante nuestros ojos. ¿Es ésto lo mejor que nos puede dar el pseudo-historiador revisionista de Barcelona? ¡Por favor!
Parte del material utilizado por Joaquín Bochaca (y otros autores de extrema derecha alrededor del mundo) para documentar “la gran conspiración judía masónica comunista” tiene su origen en la famosa cacería de brujas emprendida por el Senador norteamericano Joseph McCarthy, conocida como la era del McCarthismo (llamada también Macartismo). No está claro aún si detrás de la histeria anticomunista que exhibió el Senador McCarthy en vida estaban pulsando los ubicuos cuan apócrifos Protocolos de los Sabios de Sión y una creencia en “la gran conspiración judía masónica comunista”, ésto permanece como uno de los grandes misterios de la Historia. El Senador McCarthy jamás habló en público acerca de una “gran conspiración judía” como tampoco habló nunca acerca de un involucramiento de las fraternidades masónicas para “ayudar al comunismo a apoderarse del mundo”, ya fuese por miedo paranoico o porque simplemente no creía en tales cosas. Pero lo que sí es un hecho incuestionable es que su feroz postura anti-comunista desde la posición de la que gozaba en el Senado destruyó muchas vidas la gran mayoría de los cuales no eran judíos, encontrando apoyo para la elaboración de sus listas negras en la persona de J. Edgar Hoover, el director del FBI, incurriendo no sólo en excesos sino inclusive en comportamientos francamente ilegales tales como el espionaje doméstico de ciudadanos a causa de denuncias anónimas infundadas. Las primeras víctimas de la cacería de la era del McCarthismo fueron los miembros del Partido Comunista Americano (Communist Party of the USA o CPUSA), a lo cual siguieron todos aquellos que manifestaran alguna simpatía hacia el comunismo, a lo cual siguieron todos aquellos de los que se sospechara que pudieran ser comunistas, degenerando finalmente con la cacería de cualquiera que fuera denunciado anónimamente como un “comunista encubierto”. El mayor auge en el reclutamiento de militantes de base en las organizaciones clandestinas de la extrema derecha de México ocurrió precisamente en ésta época, en la cual todo lo que hacían el Senador Joseph McCarthy y el director del FBI fue reinterpretado como una cruzada en contra de “la gran conspiración judía masónica comunista”, nutriendo e inflando una ya de por sí voluminosa propaganda que estaba plagada de falsedades y distorsiones. Sobre esta época, la afamada historiadora norteamericana Ellen Schrecker escribió la siguiente conclusión en retrospectiva: “En este país, el McCarthismo le hizo más daño a la Constitución que el Partido Comunista Americano” (Many are the crimes: McCarthyism in America, 1998).
Cualquiera puede consultar los gruesos fajos de reportes y testimonios documentales de dicha época, rebautizar a muchos de los “acusados” como judíos o cripto-judíos (aunque jamás hayan sido juzgados y encontrados culpables de crimen alguno ante un tribunal y mucho menos pisado la cárcel, que al fin y al cabo nadie va a andar checando algo que no es fácil de checar; ¿quién demonios va a andar checando si un tal Larsen Mano, un tal Frederick Schumann -Profesor del Williams College-, un tal Irving Fayans y una tal Olga Field son o no judíos?), y armar toda una gran historia acerca de “la gran conspiración judía masónica comunista” en los Estados Unidos en los años cincuenta y los años sesenta. Y echar la carnada con el anzuelo con la esperanza de que alguien muerda el cebo. Varios de los nombres que aparecen en la lista anterior puesta por Joaquín Bochaca fueron tomados directamente de las cuestionables “listas negras” del Senador Joseph McCarthy.
Concentremos ahora nuestra atención sobre un personaje al cual Joaquín Bochaca le dedida espacio dentro de su libro La Historia de los Vencidos. Se trata del pulpo de un monopolio petrolero conocido como la Standard Oil, John Rockefeller, al cual muchos ultraderechistas lo suponen judío, un judío clave en el grandioso plan de “la gran conspiración judía masónica comunista”. Es así como tenemos los siguientes párrafos:
En 1926, se firmaba el acuerdo Rockefeller Stalin, que aseguraba a la U.R.S.S. la financiación y el desarrollo de sus recursos petrolíferos. (Capítulo II, El Comunismo Ruso.)
El historiador norteamericano Emmanuel M. Josephsson afirma y demuestra que fueron los magnates del poderoso clan Rockefeller y el «Brains Trust» de Roosevelt quienes posibilitaron la realización del triple objetivo buscado, entonces, para la salvación del bolchevismo desde América. (Capítulo VI, La Guerra de Roosevelt.)
El escritor Josephsson revela en la obra antes aludida, y lo confirma, entre otros, nada menos que el general Willoughby, que fue jefe del contraespionaje americano en Tokio, después de la Guerra Mundial, que el anhelado cambio de frente japonés fue inducido y alentado por el Consejo de Relaciones Exteriores» (Council of Foreign Relations) organización que, pese a su denominación de empaque oficial, es privada, y funciona bajo el patrocinio del clan Rockefeller. (Capítulo VI, La Guerra de Roosevelt.)
La Smedley y Stein transmitieron a Sorge todos los detalles del minucioso plan elaborado por los Rockefeller y Roosevelt para forzar, prácticamente, al Japón, a atacar a los Estados Unidos. (Capítulo VI, La Guerra de Roosevelt.)
El general Willoughby afirma, también, que el “Consejo de Relaciones Exteriores” y el “Instituto de Relaciones del Pacifico”, ambos financiados por los Rockefeller, emplearon a la red de espionaje de Sorge para hacer que el Japón abandonara su proyectado ataque contra Rusia y se abalanzara sobre Pearl Harbour, cuya protección había sido increíblemente abandonada. (Capítulo VI, La Guerra de Roosevelt.)
La organización de la derrota de Pearl Harbour fue un verdadero «chef d'oeuvre». Rockefeller y el grupo Sorge ya habían cumplido su misión de hacer cambiar de dirección el proyectado golpe japonés. (Capítulo VI, La Guerra de Roosevelt.)
Cuando, en 1954, el Brasil intentó vender directamente su propio petróleo, fue organizado un formidable boicot. Nadie compraba el café brasileño. Para vender su café, principal fuente de divisas para el país, el gobierno brasileño se vio obligado a derogar una serie de leyes que aseguraban que el petróleo nacional pertenecería siempre a sociedades brasileñas. Desde entonces, la “Standard Oil” del trust Rockefeller controla el petróleo “brasileño”. (Capítulo VI, La Guerra de Roosevelt.)
El Presidente Truman envió al General Marshall -el mismo que, con Rockefeller y Roosevelt, organizó la encerrona de Pearl Harbour- a China para que convenciera a Chiang-Kai-Shek de la necesidad de dar entrada a los comunistas en su Gobierno. (Capítulo VI, La Guerra de Roosevelt.)
Las instituciones mundialistas “Institute of Pacific Relations” (Instituto de Relaciones del Pacífico) y “Amerasia”, financiadas por el “trust” Rockefeller, estuvieron en vanguardia de la propaganda pro-Mao y anti Chiang-Kai-Shek. De la primera de esas entidades formaba, entonces, parte, el más tarde secretario de Estado, Dean Rusk, viejo empleado de los Rockefeller. (Capítulo VI, La Guerra de Roosevelt.)
Como es norma histórica que parece regir para toda entidad subjetiva u objetivamente comunista, la O.N.U. fue creada con dinero procedente de los Estados Unidos. El Gobierno Norteamericano, entonces presidido por Truman, le adelantó la suma de sesenta y cinco millones de dólares, sin interés, reembolsables en 1982.
John David Rockefeller Jr. adquirió por 8.500.000 dólares las tierras sobre las que se construiría el rascacielos onusino, en Mannhattan, y se las regaló a la Organización. (Capítulo IX, La Descolonización.)
Dubinsky, a su vez, es un agente de Nelson David Rockefeller, antiguo gobernador de Nueva York y “gran patrón” de la mastodóntica “Standard Oil” de New Jersey. “Human Events”, por su parte, ha manifestado que el consejero político número uno de Rockefeller es Anna M. Rossenberg. (Capítulo IX, La Descolonización.)
La “Americans for Democratic Action” (Americanos pro-Acción Democrática), de ideología socialista fabiana. Esta entidad, financiada por el Consejo de Relaciones Exteriores de la dinastía Rockefeller se distinguió por haber abogado vigorosamente por la abolición del “Comité de Actividades antiamericanas” que tanto luchó contra la traición y espionaje soviético en USA.; por sus campañas contra los movimientos nacionalistas sudistas y segregacionistas, por la expulsión de la China nacionalista y la admisión de la China Roja en la O.N.U. y por el desarme general bajo el control de las Naciones Unidas. La ADA, llevó a cabo una bombástica propaganda en pro de los hombres del Tribunal Supremo. (Capítulo IX, La Descolonización.)
Rómulo Betancourt había fundado, varios años atrás, el Partido Comunista de Costa Rica. Una de sus frases predilectas era: “Yo soy, he sido y siempre seré un comunista” Cuando los venezolanos se hartaron de semejante individuo, el “lnstitute of Pacific Relations” y el “Rockefeller Center” de New York le acogieron con los brazos abiertos, inventando y acreditando en su beneficio la ridícula leyenda del “expatriado leal y democrático”. (Capítulo IX, La Descolonización.)
¡Vaya conspirador que vendría siendo John D. Rockefeller dentro del grandioso esquema de “la gran conspiración judía masónica comunista”, si hubiera sido un judío!
Obsérvese con sumo cuidado lo último que fue puesto por Spectator, al agregar “si John D. Rockefeller hubiera sido un judío”. Porque es un hecho histórico comprobable gracias a que los Rockefeller son una de las familias norteamericanas cuyo árbol genealógico es uno de los más conocidos en los Estados Unidos, el que no hay judíos dentro de la familia de los Rockefeller. Más aún, Joaquín Bochaca siempre ha sabido que no hay judíos dentro de los Rockefeller. Si leemos su libro La Historia de los Vencidos de principio a fin, en ninguna parte del libro hace Joaquín Bochaca la aseveración directa de que alguno de los Rockefeller haya sido judío. Spectator invita a sus lectores a que confirmen éste dato por cuenta propia.
Esta es una trampa extraordinariamente bien montada por Joaquín Bochaca, propia de las trampas con las cuales la extrema derecha inunda su propaganda. Se llama judaización por asociación subconsciente bajo contexto. De este modo, nadie puede acusar al tramposo Joaquín Bochaca de haber estado mintiendo en relación al presunto judaísmo de los Rockefeller, porque él en ninguna parte de su libro lo afirma. Sin embargo, bajo el contexto en el cual son incluídos los Rockefeller en los párrafos anteriores, la intención clara y directa de Joaquín Bochaca es que el lector, por cuenta propia, concluya que los Rockefeller eran judíos y por lo tanto partícipes en “la gran conspiración judía masónica comunista”. Y, de éste modo, si alguien trata de acusar al tramposo Joaquín Bochaca de haber falseado aquí, él se ha “protegido” de antemano para poder responderle a sus posibles detractores “Yo en ninguna parte de mi libro La Historia de los Vencidos hice la afirmación de que cualquiera de los Rockefeller haya sido judío. Si alguien concluyó tal cosa por su propia cuenta, eso es cosa suya, no mía”. Para su mala fortuna, Spectator se está encargando aquí de exponer esta trampa del revisionista Joaquín Bochaca ante el mundo entero. Y su libro está inundado con muchas otras instancias en las cuales recurre a esta misma trampa. Cualquiera que vaya a leer alguno de los libros de Joaquína Bochaca, debe hacerlo teniendo esto siempre en mente.
Interesantemente, Joaquín Bochaca no pone tanto énfasis en el aspecto masónico de “la gran conspiración judía masónica comunista” como lo hacen otros autores tales como Traian Romanescu en su libro Traición a Occidente. Esto no quiere decir que para el revisionista Bochaca la “conspiración” sea únicamente una “gran conspiración judía comunista”, y menos siendo Bochaca un engendro de la España fascista de Franco; la ultraderecha ortodoxa está comprometida a retener todos los dogmas de sus creencias de manera casi universal, como si fuese una religión que no admite desviación alguna de sus “verdades reveladas”. A manera de ejemplo, tenemos los siguientes párrafos extraídos directamente del Capítulo III (De Locarno a Munich) del libro La Historia de los Vencidos:
El Ministerio del Interior publica un comunicado según el cual los conjurados, no sólo pretendían dar un golpe de Estado, lo que está probado, sino que planeaban dar muerte al Führer. Se hace saber que «ciertos elementos extranjeros» han maniobrado a expensas de los altos jefes de las SA Se alude, sin nombrarlos, al Intelligence Service y a la masonería. Se da a conocer que Roehm y Karl Ernst eran homosexuales, y que tales individuos anormales abundaban en las altas esferas de las SA. Se especula (¿quién especula?, ¿Joaquín Bochaca??) con la posibilidad de que la masonería haya dirigido en su provecho las actividades de esos tarados (sic) bajo la amenaza del chantaje (¿?).
Pero dos nuevas fuerzas, de gran influencia en Francia entrarán en liza en favor de la Gran Bretaña. la masonería y el judaísmo. Judíos y masones no sienten, evidentemente el menor interés por Etiopía; pero unos y otros odian cordialmente a Mussolini; estos, por que nada más llegar al poder, clausuró las logias italianas y envió al destierro en Lipari al gran maestre (esta es una referencia a Domizio Torrigiani); aquéllos, por que ven en el fascismo una prefiguración del nacionalsocialismo y están convencidos de que una derrota del fascismo heriría, por repercusión, el prestigio de Hitler.
Y en el Capítulo IV (La Barrera Polaca) tenemos lo siguiente:
Pero las fuerzas que, desde Occidente, habían contribuido a instaurar el bolchevismo en Rusia no podían permitir que los acuerdos de Munich y, sobre todo, su espíritu, prevalecieran. En Inglaterra, una importante fracción del Partido conservador, encabezada por Churchill, secundado a su vez por Eden, Halifax, Lord Vansittart, Duff Cooper y Hore Belisha, más el pleno de los Partidos laborista y liberal; todos los Partidos de extrema izquierda, la mayoría de los socialistas, y una buena parte de los «chauvins» girondinos y de la extrema derecha de Maurras (¿?), convencidos de que la misión histórica de Francia consiste en poner trabas al germanismo; toda la masonería continental y la mayoría de las casas reales, fuertemente infiltradas por la masonería y enlazadas con la familia real británica... Y, por encima de todas estas fuerzas e influencias, encauzándolas o dirigiéndolas abiertamente en muchos casos, el judaísmo -sionista o no-.
Como John Rockefeller no era ningún judío, entonces asentado tal hecho los lectores de Bochaca se sentirían tentados a afirmar: “Bueno, si no era judío, pero entonces seguramente habrá sido miembro de alguna fraternidad masónica, y por eso el maestro Joaquín Bochaca lo incluyó en su libro como cómplice de la gran conspiración judía masónica comunista”. Sin embargo, leyendo de nuevo el libro La Historia de los Vencidos de principio a fin, encontramos que en ninguna parte del libro hace Joaquín Bochaca la aseveración directa de que John Rockefeller haya pertenecido a logia masónica alguna (Spectator invita a sus lectores a que confirmen éste dato por cuenta propia). tal vez porque Joaquín Bochaca siempre ha sabido que Rockefeller no era miembro activo de logia masónica alguna. Joaquín Bochaca sabe perfectamente que el apellido Rockefeller está notoriamente ausente en los listados elaborados por las mismas fraternidades masónicas incluyendo el famoso listado de William R. Denslow titulado “10,000 Famous Freemasons”, y ciertamente, por razones obvia$$$$ Rockefeller tampoco era simpatizante alguno del comunismo como forma de gobierno (cabe agregar aquí que la disponibilidad de las identidades de todos aquellos personajes famosos que han pertenecido a alguna fraternidad masónica derrumba el mito ultraderechista de que los masones ocultan su membresía bajo horribles juramentos de muerte, y cabe agregar también que los únicos “listados” en los cuales John D. Rockefeller es señalado como masón son los sitios montados por las mismas organizaciones neo-Nazis del orbe.) El “intuír” erróneamente que Rockefeller era un masón por la forma en que está siendo citado por Joaquín Bochaca podría ser considerado como masonificación por asociación subconsciente bajo contexto, otra trampa propagandística a la cual recurren ampliamente los literatos de la ultraderecha para llevar a cabo sus lavados de cerebro.
El primer capítulo del libro La Historia de los Vencidos hace una manipulación de los hechos tan habilidosa como truculenta que pretende exhibir al Tratado de Versalles como un “gran Satán” urdido por judíos intrigantes con el fin de hundir deliberadamente a un país derrotado, Alemania, creando las condiciones propicias para una revolución y el establecimiento de un estado comunista. Spectator no negará aquí la dureza de varias de las condiciones impuestas sobre Alemania por el Tratado de Versalles (Vae victis!, decían los romanos), las cuales le facilitaron enormemente su ascenso al poder no a los comunistas sino al mismo Hitler (el Nazi belga fundador del Rexismo Leon Degrelle reconoce esto en su libro Hitler, nacido en Versailles). Pero de todo lo malo que se pueda decir acerca del Tratado de Versalles, había una cláusula que, de haber sido respetada, habría evitado la segunda gran guerra en Europa: la prohibición estricta del rearme de Alemania, lo cual tomó en cuenta la agresiva tradición militarista de Alemania que a fin de cuentas fue lo que la alentó a iniciar la primera gran guerra. Sin armas para llevar a cabo invasión alguna en contra de sus vecinos más cercanos (Francia, Polonia, Bélgica, etc.) Alemania se habría dedicado a sus propios asuntos internos dejando a los demás europeos vivir sus propias vidas. Pero la realidad innegable, contundente, es que Hitler, en abierta y socarrona violación al Tratado de Versalles, empezó a armar a Alemania hasta los dientes preparándola para la conquista de Europa y la expansión mundial del Nazismo en base a su proclamada política de lebensraum. De hecho, la violación del Tratado de Versalles no fué más que la primera de una serie de violaciones mayúsculas a todos los tratados firmados por la Alemania Nazi para la cual los tratados comprometiendo la palabra de honor no valían el papel en el que estaban firmados. En los hechos, el Tratado de Versalles no sirvió para evitar y contener lo que las potencias aliadas temían: un rearme gigantesco de Alemania y el inicio de una segunda gran guerra.
Diga lo que diga Joaquín Bochaca, en los hechos el nunca respetado (por Alemania) Tratado de Versalles no sirvió para nada excepto para ayudarle al mismo Hitler a subir al poder ofreciéndole a los alemanes algo que el mismo Diablo les podría haber ofrecido: venganza. Dulce, brutal, despiadada y violenta venganza. Una venganza cruel y desalmada por la humillación de la derrota inflingida al soberbio coloso alemán, de la cual España se salvó no sólo por haber caído en manos de un ultraderechista fascista amigo de Hitler sino por no haberse unido a los aliados en la Primera Guerra Mundial contra Alemania.
El capítulo VIII de su libro (1945. El Purim) tal vez llame la atención de algunos lectores por su título. La palabra Purim fue popularizada por Julius Streicher -el Joaquín Bochaca de Hitler- con las palabras “Purim Fest 1946” antes de colgar en la horca el 16 de octubre de 1946 para irse al lugar en donde hoy debe de estar junto con su bigotón amo ario Führer por el resto de la eternidad tal y como Streicher lo hubiera deseado en vida. (Dios los cria, y el Diablo los junta, aquí y en la otra vida.)
Las atrocidades que cometió Hitler no las cometió él sólo. Miles y miles de gustosos colaboradores suyos ansiosos por dar rienda suelta a su sadismo se convirtieron en carniceros despiadados tanto en el campo de batalla como en los campos de concentración y en los cuartos de interrogación de la policía secreta Gestapo. Y de todo éste ejército conformado por millares de demonios alucinados por la hipnótica svástica, tan sólo 24 de ellos fueron llevados a juicio en Nuremberg, y de ese puñado minúsculo de enjuiciados por crímenes de guerra, tan sólo doce de ellos fueron condenados a la pena de muerte y tan sólo tres de ellos (Walther Funk, Rudolf Hess, Erich Raeder) fueron condenados a prisión perpetua. Esto no representa ni siquiera una décima de por ciento de los millares de hienas y chacales fascistas que participaron activamente en la comisión de crímenes de guerra de lesa humanidad. Y aún así, por este ridículo e insignificante porcentaje, los literatos de la ultraderecha (Joaquín Bochaca entre ellos) no han cesado de derramar ríos de lágrimas dolorosas por la suerte corrida por este pequeñísimo puñado de carniceros criminales, porque para la ultraderecha la única “justicia” buena era y seguirá siendo la que aplicaban la SS de Himmler en los campos de concentración prescindiendo de jueces y tribunales, no la que se les aplicó a ese pequeño puñado de criminales que no sirvió ni siquiera de escarmiento a los neo-Nazis de hoy.
Podemos seguir destruyendo la labor de Joaquín Bochaca, pero ello no es necesario, porque el curso de los mismos eventos históricos se encargó de destruirle sus argumentos. La tesis principal trata de que los “vencidos” (Hitler y sus Nazis) estaban luchando en contra de una “gran conspiración judía masónica comunista” que quería apoderarse del mundo. Con la caída del Muro de Berlín y el subsecuente colapso del bloque soviético, todos los argumentos en torno a esta estrafalaria teoría así como las mentiras y falsedades con las que fue urdida cayeron como un castillo de naipes. Y a fin de cuentas, los “vencidos” (los alemanes) el día de hoy gozan de una democracia abierta y de una prosperidad que jamás habrían obtenido bajo el Nazismo, porque fué el Nazismo lo que condujo a Alemania a la catástrofe, y fué la derrota contundente del Nazismo lo que posibilitó la Alemania de hoy en vez del imperio de terror que estarían viviendo millones y millones de seres humanos indefensos bajo la Gestapo y el sucesor de Hitler.
Y sin embargo, hay quienes aún se aferran tercamente a toda la mitología del Nazismo. La existencia de la Organización Nacional del Yunque en México y la ultraderechista Universidad Autónoma de Guadalajara con su poderosa sociedad secreta Tecos lo demuestran. Es para gente como ésta para la cual, ultimadamente, escribe Joaquín Bochaca.